Somos invencibles

sábado, 3 de marzo de 2012

Pues sí, lo conseguimos: somos invencibles. Después de acabar la Eternal Running en menos de 3 horas (requisito mínimo para no ser un fracasado y convertirte en invencible), ya poco nos queda por hacer. La carrera fue increíble, incluso corrimos desde el principio, pues llegamos a tiempo para la salida cuando el speaker estaba cantando la cuenta atrás e iba ya por el número 5. Pero allí estábamos, con nuestros disfraces de exploradores, pseudo-exploradores y exploradores-si-le-echas-mucha-imaginación, Curillo por supuesto en primera fila, rodeado de miles de personas, mariquitas, fichas de parchís que querían ser Power Rangers, Heidis, escoceses, y Cabos y Gatas (menos mal que no elegimos ese disfraz tan poco original ¿eh Elenita?), todos con las pilas cargadas y un bote de nata de montar para pasar por todos los obstáculos.

La piscina del pueblo, la valla para salir de la piscina, pasar por debajo de un autobús, charcos de barro y montañas de arena, una cuba de escombros llena de agua, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra y otra que nunca de acababan, escalar camiones llenos de paja, cubas vacías, neumáticos, un arrastre bajo un alambre de espinos... y 11 kilómetros de carrera por la montaña, subidas y bajadas con un avituallamiento sin agua pero con porrones de vino, para volver al inicio, la piscina, la valla, el autobús, las cubas, los hinchables y ¡la meta!

Nada se resiste a los monitores, con un Currillo estelar, en segunda posición, ¡segundo de entre mil quinientos!, y todos los demás llegando en cascada, eso sí, más de una hora después de Super Currillo. La Eternal es increíble, dura pero inolvidable, divertida a más no poder, diría incluso que es una carrera perfecta para el grupo de monitores. Voy avisando, se está gestando correr en diciembre la Eternal Running de... ¡Hawai!

Pero aunque no hubiésemos acabado en 3 horas, los monitores somos invencibles. Porque no nos frena ni el conducir 12 horas desde Huesca hasta Almería como Elenita, ni viajar de Zaragoza al sur para apenas convivir un día y medio con otras 10 horas de vuela como Ana, ni el preparar una casa como la de Currillo para acoger a 10 personas, o el ducharnos con agua fría... bueno esto sí que nos frenó, hasta que fue inevitable tras acabar la Eternal... El encuentro de Almería ha sido, como siempre, maravilloso, maravillosillo diría yo. Andandillo y corriendillo de aquí para allá, con visita guiada por el centro de Almería aunque JP prefiriese ver escaparates y el Tata hablar por teléfono; con la nueva estrella invitada, La Pinza de Los webos, el nuevo tótem que ha ido pasando de unos a otros; con Elenita interpretando sordomudamente a las guías; con paella junto al mar en el Cabo de Gata y siesta incluida en la playa (de 30 minutos, no había tiempo para más); con visita a los refugios de la Guerra Civil por el subsuelo de Almería; con pastelona en la mejor pastelería de Almería y pelea de merengue incluida; con el lobby de periodistas actuando para reordenar el programa de actividades (y eso que no había termas), y con espectáculo de flamenco mientras JP y Felirrintxi se sacrificaban por el grupo para hacer una exquisita cena.

Gracias de nuevo a todos por otro encuentro inolvidablillo

Dame un silbidito

jueves, 1 de marzo de 2012

Ya se lo decía Pepito Grillo a Pinocho, si tienes problemas, ¡dame un silbidito!. Realmente, el silbido es una herramienta muy útil para comunicarnos a distancia, si no fuera porque, a parte de la clásica musiquita que entonamos cuando pasa una chica guapa, no lo usamos nada más que para llamar la atención de alguien que está lejos. Pero la necesidad ha hecho que en La Gomera se haya creado un auténtico sistema comunicativo basado únicamente en silbidos.

Para entender cómo surje este lenguaje, hay que conocer la orografía de la isla. Es fácilmente comprensible que, antiguamente, y debido a que La Gomera es toda ella una isla volcánica llena de valles y acantilados, los vecinos y pastores, aislados por el terreno, precisasen de un método para comunicarse a distancia. El silbido sustituye a la voz, es más potente y llega más lejos, y aunque más difícil de comprender, se aprende como se aprenden todos los idiomas: pasando de padres a hijos.

El silbo Gomero es seña de identidad de la isla. Lo conocen todos los niños, puesto que en La Gomera el silbo Gomero es una asignatura más como pueden serlo el inglés o el francés. Cuando le preguntamos a Gustavo, el chófer de nuestro autobús, si él lo usa, nos dice que para qué, si ya tiene el WhatsApp. En efecto, la mejora de las carreteras y las nuevas tecnologías han hecho perder sentido a este lenguaje, pero esta tradición tan singular jamás se perderá porque la Unesco la declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2009.

Asistimos a una demostración de este lenguaje, en el que una chica iba guiando a su compañero por medio de silbidos para que encontrase unos objetos escondidos y los devolviese a sus dueños. Si te dicen en español antes lo que van a silbar, puede parecer sencillo de entender, de hecho se asemeja a hablar silbando. Pero sin esa adevertencia previa, es totalmente imposible comprenderlo. La chica nos contó que, en efecto, es una materia que aprenden en la escuela y que es bastante complicada, y que de hecho, si no se utiliza, es normal que se olvide. Como cualquier idioma, en verdad, sólo que se antoja complicada practicarlo en casa viendo una película en versión original silbada.

Sin embargo, cuando nos bajamos del autobús en la capital, San Sebastián de la Gomera, escuché gente silbando por las calles, y me percaté de que, efectivamente, se estaban comunicando. Incluso traté de hacer mis pinitos con el silbo gomero, y los 4 chicos que iban delante mía se dieron todos la vuelta. A saber qué dije, por eso habría que decirle a Pepito Grillo que vale, le damos un silbidito, pero con cuidado si es en La Gomera.

Un reportaje pequeño sobre este lenguaje:


La alegría del Carnaval

viernes, 24 de febrero de 2012

El Carnaval es símbolo de alegría. Ya sea en Cádiz, en Brasil o en Badajoz... el Carnaval nos disfraza de buen rollo, nos deshinibe y nos hace sacar ese humor que todos llevamos dentro y tantas veces ocultamos. Este año tocaba vivir el Carnaval con una hora menos: en Santa Cruz de Tenerife.

La imagen que se tiene de Tenerife es la de esas reinas de Carnaval, con sus pesados e incómodos trajes emplumados y recargadísimos, que se nota cómo disfrutan llevándolo. Pues sí, esas mujeres existen, y además en varias categorías (infantil, sénior...), pero al margen de ser un producto comercial patrocinado por marcas conocidas, no se les ve más que en las galas previas a los días grandes y en el Coso, un desfile donde diversas agrupaciones conocidas como Murgas pasean con todos sus componentes vestidos igual y haciendo aspavientos con los brazos en ese típico baile de Carnaval que todos tenemos en mente.

Pero, reinas aparte, el auténtico Carnaval lo protagoniza su gente, que hace alarde de humor y originalidad en sus disfraces, y por partida doble: en Santa Cruz hay dos noches grandes, el sábado y el lunes, y dos días para disfrutar a pleno sol, el domingo y el lunes. Las azafatas de Espanoir mezclándose con yogures Vitalínea, los trillizos que metían en su cama a quien encontrasen junto al camarero de la Tasca Chonda, y esa extraña obsesión que tienen todos los tíos tinerfeños por disfrazarse de tía, pero todos al fin y al cabo disfrutando y compartiendo su felicidad, tomando una Doradita bien fresca. Ambientazo en la calle, gente de todas las edades desde bebés a ancianos, todos disfrazados con escenarios y música para derrochar alegría. Así es el Carnaval, también en Tenerife.



Y así será hasta el miércoles, día en que todos los tinerfeños se vestirán de luto para convertirse en viudas y así enterrar la sardina, acto simbólico que cierra las fiestas y que, pese a ser motivo de tristeza, en esta isla también se disfruta, pues ya queda menos para el siguiente.

Azul Perito

miércoles, 22 de febrero de 2012

Las mujeres, con ese innato don de distinguir infinitos tipos de colores que la genética les ha conferido, encontrarían en el glaciar Perito Moreno un nuevo y excitante universo cromático con el que lucir prendas en la próxima temporada de la moda. La estrella es, sin duda, el azul Perito, un nuevo tipo de azul muy intenso, que los hombres llamarían celeste. El azul Perito tiene la virtud de ser cambiante, en función de los efectos ópticos por la luz. Así, el Perito Moreno es un inmenso glaciar de hielo de 5 kilómetros de ancho y 50 de largo, con paredes verticales en su frente de 200 metros de altura, de los que son unos 60 metros los que emergen del agua y los que ofrecen ese espectáculo azul Perito único.

El Perito Moreno es de los pocos glaciares que quedan en el planeta que no está en retroceso; al contrario, avanza a razón de un metro al día, lo que provoca que cada 15 minutos enormes bloques de hielo se desprendan en caída libre desde su frente al agua del lago en el que se posa, un momento especial que provoca un ruido estremecedor que contrasta con el silencio más absoluto que nos rodea. Eso sí, nada comparado con la ruptura, evento que sucede cada 2 ó 3 años en el que el Perito Moreno desploma un enorme puente naturalmente formado sobre el lago, que los afortunados que lo han visto alguna vez aseguran que no existe nada más emocionante.

El glaciar se forma en un valle, rodeado de los montes de la cordillera andina. Desde las pasarelas del parque, su silueta se pierde en el horizonte. Junto al hielo, destaca entre la escasa flora una flor de un amarillo chillón, es el amarillo Calafate, una flor que da nombre a la región y que poco después se ransformará en una baya violácea, y el rojo Nore, una planta autóctona con un cromatismo intensificado por su excepcional entorno.

Pero las pasarelas saben a poco. Lo bonito es sentir el glaciar, y la única forma de conocerlo a fondo es contratar la excursión monopolio llamada Big Ice, con un precio desorbitado pero absolutamente imprescindible. Los guías del Big Ice te cruzan en barco a donde casi nadie alcanza, para comenzar una hora de trekking por el lateral del glaciar, por un sendero marrón Morrera entre árboles y cascadas, hasta el campamento base donde se inicia la auténtica aventura. "Has usado crampones alguna vez", me pregunta Julián, el guía. "Nunca", le digo. Contento de mi contestación, me responde orgullloso: "Bien, así siempre podrás decir que la primera vez que te pusiste crampones fue en el glaciar Perito Moreno".

Desde allí, nuestros pasos chirrían sobre el hielo, un hielo que de cerca ya no es azul, sino blanco Hielo, un blanco que nos rodea hasta el infinito. Son 6 horas de trekking en el que se observa que el glaciar no es sólo su espectacular frente. En el desierto de hielo sobre el que caminábamos se escondían grietas de decenas de metros de profundidad, ríos de un agua naturalmente desmineralizada pero igualmente saciadora, y sifones realmente peligrosos si corrías la mala suerte o temeridad de caer en ellos. Pero también una espectacular laguna, de un azul increíble, que ya no era azul Perito sino azul Glaciar, un entorno excepcional en el que reposamos para comer.

El Big Ice es una excursión dura, pero muy reconfortante. La sensación de estar perdido en medio del hielo, totalmente rodeado de un desierto blanco, provoca una ceguera de placer, pero hay que tener cuidado porque si no llevas gafas de sol puede provocar también una ceguera en la vista muy dolorosa, por experiencia propia. Lo bueno es que no daña la memoria interna de la retina, esa que nunca formateará la experiencia del Perito Moreno y su inolvidable escala de colores.

No é el arca, pero casi

martes, 14 de febrero de 2012

La imagen de arriba es real, no tiene truco: unas ovejas se acercan a beber tranquilamente a una masa de agua salada, mientras sus sosegados camaradas, los lobos marinos, duermen una plácida siesta. Tal instantánea sólo puede ocurrir en un país como Argentina, donde su variaded climática genera hábitats donde no sorprende encontrar compartiendo sustento a un descendiente del camello como el guanaco junto a un pingüino, o a un tipo de avestruz como el ñandú correteando a sus anchas con caballos silvestres. Queda claro que el arca de Noé debió atracar por aquí cerca.


Las cataratas de Iguazú descargan su esplendor en medio de una selva subtropical muy húmeda. En medio de un sencillo camino nos encontramos un lagarto que por tamaño parecía una iguana pero era un lagarto que campaba sin temor por su bosque, sacando una lengua viperina muy roja; sería el primero de otros muchos, como los coatís, esa especie de perro a rayas con hocico de oso hormiguero, de apariencia calma pero trasfondo agresivo si algún incauto turista le ofece algo de comer. Por la selva nos topamos con una familia de monos capuchinos, con su característica máscara blanca, que a pesar de los intrusos proseguía en formación su andadura por los árboles. Era un día soleado en Iguazú, plagado de miles de mariposas que revoloteaban por doquier.

Más al sur, abajo del todo, en Ushuaia cambiamos de hábitat al bosque austral andino, cumbres nevadas y parajes frondosos donde nos encontramos al pájaro carpintero magallánico, la hembra toda negra y el macho con su penaje rojo intenso en la cabeza, que picoteaban imperturbables los troncos de los árboles. En el estrecho de Beagle nos esperaban los lobos marinos y los cormoranes, que habían conquistado algunas de las islas y se habían ganado el derecho de habitar en ellas sin que nadie les tosiese. Aún así, no extrañan a los visitantes, saludos de algún lobo incluidos, en una excursión que nos deparó algunas de las imágenes más bellas de viaje.

En el oeste, la vida se torna extrema sobre el glaciar Perito Moreno, aunque algún insecto se atreviese a desafiar el intenso frío. Nos contaron que, por contraste, el simple roce de nuestro dedo sobre el cuerpo del insecto lo hubiera matado de calor. Un poco más al interior, la laguna Nimez sirve de humedal para el abastecimiento de aves de nombres imposibles de rocordar, y en los bosques andinos de El Chaltén nos encontramos especies de papagayos o cacatúas, quién sabe, pero no apareció el puma, y eso que nos habían advertido bien cómo ahuyentarlo.

Pero la mayor diversidad faunística la encontramos en los alrededores de Trelew. En Punta Tombo descubrimos la mayor reserva de pingüinos de Magallanes del mundo, más de 200.000 parejas que anidan en tierra y avanzan con su torpe andar hacia el océano Atlántico para buscar alimento para sus pollos recién nacidos. Curiosa estampa de los pingüinos conviviendo con los guanacos, un descendiente del camello que es el mamífero más abundante de la Patagonia, pastando con libertad por los arbustos de la llanura.

Por último, nos esperaba lo mejor. El recorrido por la Península Valdés fue auténtico safari, guía en mano, descubriendo desde nuestro coche guanacos, rapaces, zorros y los veloces ñandúes con sus pequeños ñandúes, animales semejantes al avestruz que ganaban a nuestro vehículo en velocidad. Pero el mayor espectáculo, el más emocionante y el que nunca olvidaré me lo dieron las ballenas. Puerto Pirámides en noviembre es la clave perfecta para admirar la grandeza de la naturaleza, las más de 60 ballenas francas con sus 60 ballenatos que surcaban las aguas, emitían esos sonidos que algún nombre tendrán pero que desconozco, expulsaban esos famosos chorros de agua por el lomo y se ponían cola arriba haciendo el pino para nuestro deleite. Auténticos monstruos marinos de 12 metros que emergían de las aguas y desaparecían, cuyas sombras inquietantes se vislumbraban desde el bote.

No sabemos cuándo acabó el diluvio universal, pero lo que sí está claro es dónde Noé atracó el arca.

El paraíso del trekking: el Chaltén

viernes, 10 de febrero de 2012

Vamos en bus desde el Calafate camino de El Chaltén, un pequeño pueblo en mitad de la nada argentina que sirve como campamento base para que los amantes del senderismo colmen sus emociones en el paraíso del trekking patagónico, la zona norte del Parque Nacional de los Glaciares. En la portada de mi Lonely Planet se destaca la fotografía del Cerro Torre, inmensas agujas de piedra que quitan el sueño a los escaladores más avezados. Quienes tienen la suerte de haberlo visto, dicen que jamás lo olvidan; pero hay que ser afortunado porque, normalmente, el Cerro Torre está cubierto de nubes.

Tras 3 horas de viaje, inmensas lagunas vistas desde la ventanilla y algún que otro glaciar, atisbamos nuestro objetivo. El Chaltén nos recibe ventoso y detrás de él, efectivamente, el Cerro Torre queda oculto entre una imperturbable neblina. Nada más llegar, un guarda del Parque Nacional nos da importantes consejos de seguridad para disfrutar de la naturaleza, muy preocupado por el riesgo de incendio y el respeto a la fauna y flora del lugar. De las múltiples rutas que se pueden realizar, y por mor de sólo tener unas cuantas horas de tiempo antes de regresar al Calafate, decidimos afrontar la ruta que nos dejaría cerca del otro símbolo del Parque, el Fitz Roy, que, al contrario que el Cerro Torre, despejado de nubes nos ofrecía todo su esplendor.

La ruta es sencillamente espectacular. Saber que estás paseando por los infinitos Andes con el telón de fondo de la cumbre del Fitz Roy es algo inenarrable, rodeado de un bosque andino y con la visión azulada de los glaciares. La ascensión no es especialmente complicada, y el primer punto de descanso es un impresionante mirador desde el que admirar embobado las más de 30 crestas que forman el pico del Fitz Roy. El comandante que patroneaba el Beagle de Darwin estaría orgulloso de que hayan utilizado su nomenclatura para semejante maravilla.

Nuestra ruta continúa, y entre las flores amarillas del calafate oímos unos curiosos golpes sobre madera. A nuestro lado se encontraba el precioso pájaro carpintero magallánico, un elegante ejemplar de cuerpo negro y cabeza rojiza que buscaba inmutable sustento en los árboles. Poco después, una cacatúa de un intenso verde se posaba a pocos metros del camino. Indescriptible conjunción natural de colores.

Sin detenernos demasiado, llegamos al campamento Poincenot, justo en la base de la cumbre final, donde hacer noche está permitido. Tras 3 horas de excursión, tocaba dar la vuelta para no perder el autobús. Allí tomamos un almuerzo, y alzamos el cuello para contemplar las duras cuestas de ascensión a la cima, con su tramo final de agujas verticales con nieve perenne que se elevan 3405 metros sobre el nivel del mar, meta imposible para mi y sueño platónico para los escaladores.

En el camino de vuelta, tomamos un desvío para pasar por la Laguna Capri. Allí, sus tranquilas aguas con el Fitz Roy al fondo nos deparaban una imagen de postal, a la que si ya complementas con una sintonía de Brave Heart conforma un final de ruta de película.

Al regresar desde el bus, volví la vista atrás para despedirme de este increíble lugar cuando, por arte de magia, comprobé que las nubes del Cerro Torre habían desaparecido, y que lo que hasta entonces había sido para mi una portada bonita de una guía se había convertido en una imagen real, una cordillera que ya pasará a formar parte para siempre de la memoria de mi retina. Y no pude dejar de pensar de nuevo en lo inmensamente afortunado que soy.

Argentina Express

martes, 31 de enero de 2012

Argentina Express, comienza la aventura de 3 viajeros por un inmenso país-continente, un recorrido de ida y vuelta por Iguazú, el clamor de unas cataratas espectaculares; Ushuaia, la ciudad más austral del mundo; Calafate, desde la cumbre del Fitz Roy hasta la magia del Perito Moreno; Península Valdés, el paraíso de las ballenas; y finalmente Buenos Aires, culmen del viaje en el kilómetro 0. La aventura por el fin del mundo está a punto de comenzar. Arranca Argentina Express.



Argentina es gigantesco, descomunal, inalcanzable... todos los adjetivos son igual de descriptivos de un país que es un continente, en el que lo mismo pasas del desierto a la selva que del bosque andino al hielo. Ante tanta grandeza, desplazarse es un problema. Y si es con Aerolíneas Argentinas, el problema se convierte en accidente o ghymkana, según como te lo tomes. Una compañía aérea en la que los retrasos de un mínimo de dos horas es lo normal, cuando no es que te adelantan el horario del vuelo y no te avisan, o no son los paros del servicio ya sea del de catering o de pilotos. Volviendo de Iguazú, a nosotros nos tocó el de los controladores aéreos. Nuestro vuelo a Ushuaia cancelado, el nuestro y todos los demás. Absoluto caos en al Aeroparque, miles de damnificados y colas de infinitas horas a la espera de una solución que en realidad no existe.

A las tantas de la madrugada, después de que comunicasen todas nuestras llamadas al teléfono de atención al cliente, conseguimos un vuelo para 3 días después pero al Calafate, lo que supondría la ruina de nuestro itinerario. Milagrosamente, unos españoles que se conviertieron en nuestros mejores amigos del viaje, dieron tanto tanto la tabarra que regresaron con unos pasajes para el primer vuelo de la mañana hacia Ushuaia. Aún no sé cómo los consiguieron, pero aprendí la importantísima lección de que en Argentina, el que se queda quieto no consigue nada, sin embargo el que se mueve puede obtener casi lo que quiera. Nada más y nada menos que 18 horas después de haber llegado y de estar confinados en el Aeroparque, nuestro vuelo partía hacia el fin del mundo, aunque antes de partir tuvimos otra sorpresita de Aerolíneas: a Fran le otorgaron un asiento que no existía. El colmo de esta compañía es que, incluso con este caos, el avión tenía asientos vacíos que podían haber sido utilizados por otros. Aunque en Argentina poco nos sorprendía ya.

Después de nuestros magníficos días en Ushuaia, tocaba de nuevo desplazarse al aeropuerto, ya preparados para esperarnos cualquier problema que yo ya me tomaba como ghymkana. Y no me equivocaba: en facturación la amable encargada nos comunica que todas nuestras reservas han sido anuladas por la compañía (nos quedaban 3 vuelos más), así sin más motivo que al no haber cogido finalmente aquel avión que nos reservaron por teléfono hacia el Calafate (¡porque nos habían dado otro anterior a Ushuaia!) el sistema entiende que anulamos todo lo posterior. Nuestro estupor inicial no es nada con lo que pasó después: después de conseguir que nos reubicaran en esos mismos aviones que ya no teníamos reservados (aunque en uno de ellos no había sitio para uno de los 3, pero tras mucho protestar le metieron en clase business), resulta que nuestro vuelo se retrasa, primero 3 horas, luego 5... hasta que finalmente se cancela.

Llegaba el momento de poner en práctica la leccion que habíamos aprendido. Sabíamos por nuestros mejores amigos, también afectados por retrasos, que en 30 minutos salía un avión al Calafate, nuestro siguiente destino, y estábamos decididos a subirnos a él como fuese. Divididos por zonas del aeropuerto, uno en la oficina de Aerolíneas, otros en facturación, hicimos bien en no creernos la mentira de que ese avión estaba lleno. Insistimos en hablar con la encargada y al poco salió proponiendo a viva voz asientos libres para el Calafate. La suerte y el buen hacer de estar allí los primeros nos hicieron conseguir 3 pasajes. Pero quedaban pocos minutos para la salida, así que había que actuar rápido: confiamos en un empleado al que tras describirle los colores de nuestras mochilas (que ya estaban facturadas) nos dijo que las metería en este nuevo vuelo, y partimos hacia el control de seguridad corriendo por el hall, donde se nos presentó un nuevo obstáculo: había que pagar unas tasas de salida que desconocíamos. Vuelta corriendo para abajo, pago de tasas al precio que fuera ya nos daba igual, y carrera vertiginosa para entrar al avión escasos minutos antes del despegue. Vuelvo a sudar de sólo pensarlo otra vez, pero nueva etapa de Argentina Express superada.

En el Calafate, tras la agradable e inesperada sorpresa de ver aparecer nuestras mochilas por la cinta, nos despedimos de nuestros mejores amigos, el talismán que hasta entonces nunca nos había fallado. El Perito Moreno y las cumbres nevadas del Chaltén nos maravillaron pero no ocultaron nuestro temor a los aeropuertos argentinos. El siguiente vuelo a Trelew no tuvo más novedad que el clásico y ya asimilado retraso, y disfrutamos del espectáculo de las ballenas en Península Valdéis y los pingüinos de Punta Tombo a bordo de nuestro vehículo de alquiler por carreteras de ripio y por esas interminables carreteras argentinas de dos únicos carrilles y siempre rectas que no tienen fin y por las que el miedo a un accidente por adelantos kamikaze está siempre presente. En verdad, entiendo que si los argentinos tienen que desplazarse mil kilómetros para ir de una ciudad a otra, por un paisaje patagónico monótamente llano y sin apenas accidentes en el terreno, tiendan a ir a más de los permitidos 110 km/h, aunque el entenderlo no me haya evitado el llevarme más de un susto.

De vuelta al aeropuerto de Trelew, esa nube de polvo que se vislumbraba sobre el recinto aeronáutico no hacía presagiar nada bueno. Efectivamente, el hall de entradas está vacío y al hombre al que le devolvemos las llaves del coche confirma nuestras sospechas: todos los vuelos del aeropuerto han sido cancelados, esta vez por una razón nueva que hasta ahora no habíamos sufrido: las cenizas volcánicas de un volcán en Chile se desplazan por el aire hasta Argentina y, a pesar de ser noviembre y el problema haber comenzado en marzo, y a pesar de que Chile está en la otra punta a más de 2000 kilómetros de la costa Atlántica donde nos encontrábamos, nos quedábamos definitivamente en tierra. Se notaba que el talismán de nuestros mejores amigos ya no estaba con nosotros.

La ghymkana se complicaba porque quedaban pocos días para el viaje de vuelta a España y había que llegar como fuera a Buenos Aires. Después de que Aerolíneas no nos pagase ni alojamiento para esa noche ni un medio para desplazarnos a la capital, tuvimos que recurrir al medio de transporte que nos faltaba: los famosos autobuses de larga distancia argentinos. Nos quedaban nada más y nada menos que 20 horas y 1500 kilómetros de camino por delante, afortunadamente en vehículos perfectamente preparados con asientos reclinables hasta casi la horizontalidad plena, con un camarero con pajarita que nos servía desayunos, comidas, cenas (todo siempre con alfajores, como no podía ser de otro modo) y hasta copitas de whisky por la noche (camarero que por cierto nunca varió su impoluto aspecto en el casi día entero de viaje) hasta que finalmente logramos alcanzar Buenos Aires.

Nos quedaban menos de 24 horas para regresar a España, pero aún teníamos una misión que cumplir para alcanzar nuestro objetivo: la meta de Argentina Express era el kilómetro 0 del que parten todas las carreteras nacionales del país, hito que dentro de la inmensa urbe de 15 millones de habitantes no sabíamos dónde se encontraba, pero ni nosotros ni ningún porteño. Ahí comprobé lo poco fiables que son las indicaciones para encontrar direcciones: "sí, eso está allá por Congreso, no, no, seguro que en la Casa Rosada, justo delante...". Tras miles de vueltas, y casi despesperado en la Plaza del Congreso, recorrida de cabo a rabo y de arriba abajo, y tras muchas preguntas con respuestas equivocadas, el kilómetro 0 apareció allí, en un hito blanco que para mí suponía un hito mucho mayor: el final de una de las mayores aventuras de mi vida.


24 horas de sol

viernes, 27 de enero de 2012

Finlandia es un país extraño. Llamativo como pocos por su etimología, donde el mundo acaba siempre ha sido un lugar desconocido pero de idealizada belleza para aventureros que sueñan con experimentar esos contrastes climáticos que, por mor de su posición en el globo a pocos grados del Polo Norte (la villa de Nuorgam tiene latitud 70º), provocan inviernos de oscuridad total en las que no hay sol pero sí auroras boreales, y veranos de luz 24 horas. En mi visita al sur del país en junio, muy cercana al sol de medianoche, el día nunca llegaba a desaparecer, la claridad dejaba de ser tan clara a las doce y media y tan sólo durante 3 horas, y mi biorritmo experimentó esa insólita sensación de descontrol horario por nunca ser consciente de en qué parte del día vivíamos.

Tal singular condición afecta, y mucho, a la personalidad de los finlandeses, pocos y aislados en un país inmenso; el apenas ver el sol durante seis meses perjudica seriamente la salud, y de hecho Finlandia es uno de los países el mundo con mayor tasa de suicidios. Puede ser también por este motivo que los finlandeses sean la gente más estrafalaria que he visto en mi vida, luciendo pintas en las que cualquier cosa, cuanto más diferente mejor, vale: vestidos chillones mezclado con gótico, cabellos rapados y con mechas, zapatos con forma de conejito y mil variaciones más, todo depende de la imaginación que le eches. En este arte de destacar, los finlandeses son amantes del Heavy, cuanto más metal mejor, y se sienten muy orgullosos de que los monstruos de Lordi ganaran Eurovisión en 2006. Sin embargo, en general son muy cerrados, tienen fama de antipáticos e inhospitalarios, y están generando un sentimiento nacional muy fuerte que se refleja en las urnas con el ascenso vertiginoso de los extremistas de derecha llamado Verdaderos Finlandeses, muy críticos con las ideas europeistas del resto del continente. ¿Representan el fin de la Unión?

Por lo demás, los finlandeses son gente tranquila que disfrutan haciendo siempre las mismas cosas en un país que invita a ello por su hermosa monotonía. El paisaje en Finlandia no cambia un ápice según te desplazas en vehículo a no más de 80 por hora (prohibido ir a más), son ciudades pequeñas y vacías entre un eterno bosque de coníferas siempre salpicados por sus más de 188.000 lagos, bosques y lagos en los que siempre hay casas de campo en las que siempre hay finlandeses de fin de semana que siempre pasan su tiempo pescando y tomando una sauna. No busques emociones extremas en Finlandia, pero sí un paraíso natural y remanso de paz. Eso sí, supongo que en verano, cuando haga sol.

Amigos por el mundo

martes, 17 de enero de 2012

Hay quien me llama gorrón por planificar mis viajes para ir a visitar a amigos esparcidos por el mundo y aprovechar del algún modo su alojamiento. A lo que yo siempre les respondo lo mismo: visitar a un amigo es la mejor forma de viajar. Y no sólo por ver a alguien que está lejos y con el que mantener el contacto es más difícil; sino porque mola conocer cómo tu amigo vive en su nuevo entorno, y porque sin duda nadie te puede explicar mejor un lugar para ti desconocido que alguien que vive allí.

Anda que no ocurre veces que vuelves de un viaje y te enteras que te has perdido cosas por que simplemente no sabías que estaban allí. Al hilo de la proliferación de los programas de españoles que han emigrado al extranjero y nos enseñan su nuevo hábitat, ese amigo al que visitas no sólo te enseña lo más bonito del lugar, sino que te transmite con entusiasmo lo que para él es más importante, por muy nimio que sea el detalle, entusiasmo que se contagia fácilmente.

Gracias a todos ellos, el año pasado fue muy especial, en el que tuve la oportunidad de conquistar islas desiertas, sumergirme en aguas turquesas para ver coral, flotar en globo viendo rocas con formas increíbles o hacer footing en la playa más famosa del mundo, junto a miles de detalles más que difícilmente olvidaré. Amigos por el mundo, ya sabéis, tenéis casa en Alicante.

Mi isla desierta

lunes, 16 de enero de 2012

Nunca imaginé que la primera vez que iba a estar en una isla desierta iba a ser en Finlandia, pero no es mal sitio porque allí hay donde escoger. En el país de los miles de lagos hay millones de islas que salpican el monótono paisaje de un país sin montañas; para elegir mi isla, me embarqué (nunca mejor dicho) en una aventura para darle un poco más de interés.

El Parque Nacional de Linnansaari es un entorno único en el mundo, formado por el gigantesco lago Haukivesi y cientos de islas todas iguales en apariencia y población. La mejor forma de recorrerlo es en bote, bien cargado de combustible y equipo para el frío, la comunicación y la orientación. Nosotros, sin ir sobrados de lo primero, íbamos totalmente faltos de lo segundo. De esta forma teníamos que atravesar todo el lago desde la población de Oravi hasta Porosalmi, donde teníamos el coche. La cosa se pone emocionante.

Con nuestra barca y unas primeras nociones guepardiles de pilotaje empezamos a cruzar el lago y admirar su belleza, islas que son bosques de coníferas sobre un agua azul en la que si hay suerte se puede uno topar con la foca anillada de Saimaa que en su día quedó encerrada en estas aguas dulces. Sin móvil, brújula ni GPS, nuestra única ayuda es un rudimentario mapa en el que dibujadas todas las islas son diferentes, pero que levantando la vista todas son absolutamente idénticas.

Con la inseguridad de no saber por dónde vamos, decidimos conquistar una de esas islas por las que nadie, o al menos eso quiere pensar mi fantasía, ha pisado. Quién sabe, igual toca guarecerse por si no encontramos la ruta de vuelta. Con el motor apagado y remando los últimos metros, atracamos en una improvisado puerto de piedras. Y comienza la exploración. La isla parece perfecta para comenzar una vida; tiene reservas de agua potable del lago, mucha madera para construcciones y un tamaño ideal para una estancia prolongada. Las hormigas rojas nos dan la bienvenida, mientras subimos a la montañita que toda isla desierta debe tener. Desde allí, las vistas del lago y de las islas vecinas son magníficas.

Además, descubrimos que en este idílico lugar también hay una especie de playa, y mientras continuamos dando la vuelta no paro de pensar en cuentos y películas en los que los naúfragos tienen que buscarse la vida por ellos mismos. Alejado de toda civilización, con sus pros y sus contras, quizás una vida de retiro tampoco esté tan mal. De hecho, así empezamos hace miles de años.

Volvemos al puerto y tras un bañito en el frío lago toca emprender el camino de regreso. La vista atrás me empequeñece poco a poco esa que por un rato fue Mi isla, esa que siempre soñé que algún día conquistaría y que nunca olvidaré. Por delante, otros miles de islas, quién sabe si nunca pisadas como la mía, entre las cuales hay que desenvolverse para llegar a tierra firme antes de que anochezca y nos perdamos de verdad. Por supuesto, llegamos al lugar equivocado y, gracias al típico finlandés de fin de semana en el campo, conseguimos dar marcha atrás y llegar al punto donde teníamos nuestro coche. Pero no me hubiera importado volver un poco más y pasar una noche en un lugar único a la luz de la luna junto a algunas hormigas rojas.

Los españolitos hacemos por una vez algo a la vez

domingo, 1 de enero de 2012

Podemos ser de izquierdas o de derechas, del Betis o del Sevilla, o detractores o benefactores de Tele5; pero si hay algo en lo que los españolitos nos pondremos siempre de acuerdo es que cada vez que cambiamos de año todos nos tomamos a la vez nuestras 12 uvas, tradición más santa y venerada que tomar una Cruzcampo fresquita en verano. Nunca fallamos, y estemos en el lugar del mundo en el que nos encontremos, siempre buscaremos una docena de uvas para compartir ese momento en el que toda la nación hace lo mismo al mismo tiempo.

Este año ha sido la primera vez que he vivido la experiencia de tomarlas en la calle; no era la Puerta del Sol, pero allí estábamos en la plaza del ayuntamiento de Alicante con nuestro kit completo de uvas, champán y bolsa de cotillón. Nunca había compartido el ritual de tomar las uvas rodeado de tanta gente, y digo ritual porque los patrones se comparten por todos: los nervios en los últimos 5 minutos, el típico que les quita las pepitas, quien empieza antes de tiempo, y el que se hace siempre un quilombo por esos liantes cuartos que dan un poco más de emoción.

Además, en la plaza del ayuntamiento había el inconveniente añadido del bajo volumen de las campanadas, que añadió una pizca más de desconcierto pero no evitó que saltase el júbilo por comenzar un nuevo año. Y no está mal hacerlo en Alicante, provincia que impulsó esta tradición allá por 1909, cuando, debido a un excedente en la producción de uvas de ese otoño, los agricultores decidieron darles salida promocionando esta toma masiva al acabar el año. Desde entonces, las uvas de Alicante siguen siendo las que nutren todos los hogares españoles en las Nocheviejas, en una costumbre que, por original y divertida, se está extendiendo allende de nuestras fronteras.

La "siesta" finlandesa

lunes, 26 de diciembre de 2011

¿Qué haría un finlandés si tiene mucho frío porque la temperatura exterior en su ciudad de menos 30 grados? Se tomaría una sauna. ¿Y si tiene mucho calor porque en verano el sol nunca se pone? Pues se toma otra sauna. La sauna en Finlandia traspasa los límites de la actividad terapeútica para convertirse en símbolo nacional, algo tan significativo como sería la siesta en España. Y no porque dentro de la sauna te vayas a echar un sueñecito; la propia palabra sauna es de origen finés, y representa ese nexo de unión que identifica a los finlandeses.

Es tal el arraigo de las saunas en Finlandia que existe una por cada 3 finlandeses. Las hay por todas partes y para los oriundos cualquier momento es bueno para tomarse una. Su origen es desconocido y remoto, de hecho se dice que en sus inicios servían como escenario para dar a luz o para ahumar carne; hoy, al margen de sus reconocidades propiedades curativas y de bienestar corporal, se podría hablar de que tomar una sauna es un acto social, en el que pasar un rato con amigos y cervezas, descansar junto a desconocidos o incluso cerrar negocios entre empresas o acuerdos con tu jefe. Muchas viviendas poseen una sauna privada, hay muchas otras públicas, y la mayoría de los finlandeses tienen otra en la casa de campo donde siempre pasan el fin de semana. Recién lavantado, tras almorzar o antes de cenar, no hay hora para comenzar a sudar.

La sauna es todo un ritual, en el que se suele perder toda intimidad pues se toma desnudo; debe ser chocante intentar relajarte teniendo enfrente de ti a tu jefe en pelotas, pero así es la costumbre y nadie se escandaliza por ello. Hay saunas mixtas aunque muchas se separan por sexos. Hay de muchos tipos, pero las más chulas son las de madera con fuego de leña que se enciende en una chimenea, típicas de la zona campestre.

Con un cazo se echa agua sobre unas piedras al rojo vivo que producen vapor para que la temperatura en el interior nunca baje de 80 grados. Y entonces se comienza a sudar y sudar, hasta que pasado un tiempo el cuerpo se ha calentado tanto que hay que enfriarlo. Y aquí viene lo mejor: si estás en el bosque, la tradición manda salir corriendo de la sauna y tirarse a un lago, para que el contraste calor/frío sea mayor. Es una experiencia que cuesta amumir pero una vez te atreves la sensación final es muy reconfortante. Y de nuevo corriendo a la sauna para repetir el ciclo.


Si no hay lago, basta ducharse con agua fría; pero lo más extremo es en invierno, cuando hacen agujeros en el hielo y se bañan en aguas gélidas. Debe ser algo muy duro, solo apto para machotes... lo malo es que se atreva tu jefe y tu tengas que ir detrás para no quedar mal.

2 capitales de la cultura x 1

lunes, 12 de diciembre de 2011

En 2016 San Sebastián vivirá un año intenso, pues será referente cultural a nivel internacional por haber sido elegida Capital Europea de la Cultura. Este título forma parte de un programa de promoción cultural que la Unión Europea viene desarrolando desde 1985, que nació con el objetivo de potenciar el arte en todas sus formas y se ha convertido, con el paso de los años, en un galardón al que aspiran ciudades de toda Europa para trabajar en proyectos que, al margen de activarlas culturalmente, impulsen su desarrollo urbano y social y las proyecten turísticamente.


Cada año puede haber una, dos o más capitales de la cultura en diferentes países de la Unión, según un sistema rotativo de selección. Y este año puedo decir que se me dio la casual circunstancia de, sin saberlo, estar el mismo día en las dos ciudades que jalonan este título en 2011. Despertar en Tallín y acostarse en Turku, lugares separados por sólo 200 kilómetros y unidos por, además de su letra inicial, un objetivo común.

En sólo un día observé que la preciosa capital de Estonia se ha tomado muy en serio su título capitalicio. La ciudad rebosaba cultura con actividades de todo tipo, desde conciertos al aire libre en su plaza principal a torneos de tiro con arco. Por su parte, Turku hacía protagonista a su río con monigotes flotantes con función desconocida.

No tuve mucho tiempo de aprovechar sus ofertas culturales, pero está claro que sólo el hecho de embarcarse en el proyecto de ser elegida Capital Cultural, hace progresar a las ciudades candidatas. Y si encima terminas siendo nombrada, mucho mejor. Enhorabuena a San Sebastián.

Trending topics

jueves, 8 de diciembre de 2011

Pasa el tiempo, tanto como 5 años y medio, y el vínculo permanece. No importa cuánto lleves sin saber del otro, que las ganas de verse no se pierden, y más si es para abrazar al super anfitrión que todos queremos, al que es capaz de reunir, tras tanto tiempo, a casi 20 monitores de todos los años. Porque en los recuentos, ya sea por método 1 ó 2, los clásicos 2006 y 2007 se ven ya de igual a igual con 2008, y eso es bueno, tanto como haber conocido a las nuevas generaciones 09 y 10. El nuevo encuentro de Granada ha dado mucho que hablar y estos son sus principales trending topics.

Cientos de kilómetros y horas de viaje para ser recibidos con churros, turrón y leche biológica. Hay que madrugar porque nos esperan en Padul, el pueblo en el que las paredes son muy finas, concretamente Manuel, quien nos guía en ruta para conocer sus montañas y el humedal más grande de toda Andalucía Oriental excluyendo la cuenca del Guadalquivir a su paso por Andújar. Los mil metros de desnivel son cargantes, y más si llevas exceso de piedras en el equipaje. El sendero, hormigonado por tramos con piedras lanzadas desde abajo por vascos, nos hace perdernos, aunque se lleva bien cantando o llenando la caja de música de relojes y fagots. De regreso al pueblo, dimos buena cuenta de la Feria de gastronomía, donde aprendimos a hacer rosquillas y alguno tuvo opciones de matrimonio fácil, aunque no precisamente con las azafatas del vino.

Ya en Granada, el estrés aumenta para llegar a tiempo al espectáculo flamenco con el inigualable fondo de escenario de La Alhambra. A la salida, una accidentada foto de la que, fuera bromas, aun se busca el culpable, y de nuevo a correr con idea inicial de llegar a las termas... hasta que el lobby de periodistas convenció a todos de que era mucho mejor ir a una tetería, donde estuvimos viendo un interesante partido del Betis.

Al día siguiente, nuevo madrugón para encontrar un jamón bajo una cama y para acudir a la actividad del arborismo, 3 horas y no más colgados de los cables para pasar de un juego a otro, esquivando como añadido las piñas que alguien lanzaba desde el suelo. Yo, como soy más de follar, me acordé del cumpleaños de Pepe y eché en falta alguna MQMF, que finalmente encontramos en el restaurante donde degustamos un plato alpujarreño y cerveza avinagrada.

Y así, después de que Curro acertase por fin mi profesión, poco a poco se fueron marchando los monitores... 5 años y medio y no podemos evitar seguir pensando en el siguiente, que a buen seguro nos traerá también un buen puñado de trending topics.

La trampantojo

domingo, 27 de noviembre de 2011

El trampantojo es mentiroso. Este recurso artístico, que nos hace creer que hay donde no hay, nos crea ilusiones, en principio ópticas aunque también sensoriales; pero no podemos dejarnos engañar por el trampantojo, eso es lo que él pretende: que consideremos como ciertas realidades que no lo son.

Las ciudades los utilizan cada vez más para recuperar paredes o fachadas degradadas, en un intento de hacer caer en la trampa a nuestros ojos. Montpellier, en la costa sur de Francia, es un ejemplo de integración de éstos en su arquitectura metropolitana, se encuentran por doquier, hasta el punto de que la propia palabra trampantojo podría ser metonimia de la misma urbe. Así, los trampantojos, tramposos y embaucadores, nos son los únicos elementos que han falseado mis días en Montpellier.

La semana en Montpellier estuvo marcada por la incesante lluvia, que día tras día regaba las calles y teñía de gris plomizo el cielo de la ciudad. Este trampantojo climático nos impidió conocer que la auténtica realidad de Montpellier es bien diferente: su lema es precisamente la ville où le soleil no se couche jamais (la ciudad donde el sol nunca se oculta); de hecho, presume de ser la villa francesa con más horas de sol al año y del excepcional color azul de su cielo.

Además, la sensación que nos dio Montpellier es de obras caóticas y desorden, con calles llenas de escombros y suciedad... la verdad es que todo forma parte del proyecto urbano de ampliación del tranvía, un vistoso medio de transporte que ha cambiado la vida de sus habitantes: el centro histórico es totalmente peatonal y las dos líneas operativas, ejemplares, dan cobertura y accesibilidad a la mayoría de la población. El año que viene despedirán a las obras y darán la bienvenida a las líneas 3 y 4.

Y, por las noches, las calles de Montpellier estaban poco concurridas y ciertamente aburridas; nada que ver con las ilusiones que habíamos creado al saber que, en la ciudad, el 21% de la población es universitaria, con un dato sorprendente en estos tiempos: la mitad de sus habitantes tiene menos de 30 años. No obstante, pronto descubrimos la mentira que encerraba este trampantojo social: justo conocimos Montpellier una semana en la que todos los estudiantes estaban de vacaciones, de ahí el escaso ambiente nocturno.

Así pues, la trampantojo podría ser un buen mote para esta ciudad de la que, por unos motivos u otros, me marché con la sensación de no haberla conocido verdaderamente. Demasiadas trampas para estos ojos de Lince.